El niño se ha alejado de la casa un momento
y se vuelve de pronto más ligero que el viento.
El niño en el camino se paró de repente
porque dormida estaba al sol una serpiente.
Con el juguete nuevo en las manos deshecho
el niño se recuesta tembloroso en mi pecho.
Y en la pequeña caja de cuerpo estremecido
repercute sin tregua un violento latido.
Así cuando en las manos aunque sean muy suaves
temblorosas de miedo se acurrucan las aves.
Sobre el pecho del niño mis dos manos coloco
y siento que la entraña se aquieta poco a poco.
Luego el niño levanta la cabeza, me mire
con sus ojos azules, y muy quedo suspira.
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