Poema que dentro de una marco de suaves tonos y murmullos, canta a la noche que convida a amar.
De marcado corte romántico en el que juegan importante papel las sombras, la tristeza, la quietud serena y la nostalgia.
CANTO A LA NOCHE
Declina el sol y su postrero rayo
dora no más las cimas de los montes,
y colora los anchos horizontes
purísimo arrebol.
Cesan los trinos de canoras aves
que levantaron a su nido el vuelo,
lánguida inclina su cabeza al suelo
doliente girasol.
El suave ruido de la clara fuente
se une al acento de la brisa inquieta
que al blanquísimo nardo y la violeta
acaricia al pasar.
La ninfa del arroyo cristalino
el leve soplo de las auras riza,
y por la verde alfombra se desliza
con blando murmurar.
Y se mecen las copas de los árboles
con uniforme tenue movimiento,
y entre sus hojas fugitivo viento
exhala su gemir.
De las montañas las confusas sombras
se extienden por el valle lentamente,
y se queja la tórtola inocente
mirando el sol morir.
Parece que a su muerte la natura
entristecida con dolor se inclina;
al brillo de la estrella vespertina
la flor se marchitó.
Y reina luego en el inmenso valle
un silencio dulcísimo, profundo;
que ya la noche sobre el ancho mundo
sus alas extendió.
Al desplegarse su estrellado manto
en la extensión de la celeste esfera,
del cometa la luenga cabellera
se mira aparecer.
Como pequeñas llamas que se lanzan
desde el inmenso cielo, exhalaciones
fugaces de los aires regionales
se miran correr.
Y la luz argentada que suave
derraman de su seno las estrellas,
desde ese cielo do se ostentan bellas,
mi frente iluminó.
La luna por oriente apareciendo,
la cima de los árboles copados,
los montes, las colinas y los pardos,
con su esplendor bañó.
Y las brisas repiten el acento
que débil lanza mi armoniosa lira,
tierno cual el del cisne que suspira
a orillas de la mar.
Tu calma, ¡Oh noche!, tu apacible luna,
tus millares de estrellas centelleantes
que derraman sus rayos de diamantes,
todo convida a amar.
El alma en tu silencio vive y goza
soñando con tus mágicos encantos,
por eso, alguna vez, férvidos cantos
mi voz te consagró.
Por eso siempre en la memoria mía
fijos están, ¡oh noche, tus placeres,
y nunca, nunca, para el alma mueres
que tu silencio amó!
¡Cuán grata es para mí la dulce calma!
Veloz mi canto por los aires vela,
y el rayo de la luna que riela
se posa sobre mí.
¡Ah! Suspende, suspende tu carrera
en las inmensas bóvedas del cielo,
y mi canción remontará su vuelo
hasta llegar a ti.
Pura noche,
a tus fulgores
mis amores
cantaré;
pura noche,
los destellos
de tus astros,
siempre bellos
con amor recibiré.
Sólo un canto
de alegría,
tu silencio turbará,
y ese canto
la voz mía
por ti, ¡oh noche!,
elevará.
Porque yo amo
tu silencio
y tu sombra,
y tu quietud;
porque tú
mi encanto fuiste,
noche triste,
en mi ardiente juventud;
porque tienes,
noche pura,
mil recuerdos
de ventura
y de placer;
porque tienes
en tu calma,
para mi alma,
el recuerdo
del amor
de una mujer.
a tus fulgores
mis amores
cantaré;
pura noche,
los destellos
de tus astros,
siempre bellos
con amor recibiré.
Sólo un canto
de alegría,
tu silencio turbará,
y ese canto
la voz mía
por ti, ¡oh noche!,
elevará.
Porque yo amo
tu silencio
y tu sombra,
y tu quietud;
porque tú
mi encanto fuiste,
noche triste,
en mi ardiente juventud;
porque tienes,
noche pura,
mil recuerdos
de ventura
y de placer;
porque tienes
en tu calma,
para mi alma,
el recuerdo
del amor
de una mujer.
¡Oh, tú, mujer! mi amor y mi tesoro,
que mi vida formas el encanto;
a ti consagro el amoroso canto
que elevo al son de mi laúd sonoro.
Elisa bella, con pasión te adoro
y un altar en mi pecho te levanto,
porque tierna aliviaste mi quebranto,
porque enjuagaste con tu amor mi lloro.
Ven a cantar conmigo mi ventura,
a la luz de estos astros brilladores,
el rayo de la luna que fulgura
alumbre nuestros cándidos amores.
Y, pues eres el ángel que me inspira,
tuyos serán los ecos de mi lira.
No hay comentarios:
Publicar un comentario